Hace unos días nos dejaba la actriz Diane Keaton, gran amiga de Woody Allen, con el cual realizó trabajos de interpretación en los que demostró su capacidad para la comedia y el drama, ganando el Oscar a la Mejor Actriz en 1978 por su papel de Annie Hall, esa muchacha “gentil” que se enamora de un neurótico judío al que trata de introducir en su mundo WASP (White AngloSaxon Protestant), es decir, blanco, anglosajón y protestante.
Alguien escribió un artículo sobre cinco películas de Diane Keaton entre las que incluyó las evidentes: El padrino, de Coppola; Annie Hall, de Woody Allen y Buscando al señor Goodbar, de Richard Brooks; entre alguna comedia menor. Eso me obligó elegir otras cinco películas en las que Diane Keaton demuestra su registro cómico y dramático, cuatro de ellas con su amigo de siempre, Woody Allen, y la quinta basada en una novela de Le Carré sobre el conflicto entre Israel y Palestina.
Soy consciente de que no todo el mundo estará de acuerdo con la selección, aunque, desde mi humilde opinión, se trata de cinco películas importantes en su carrera y que, por la razón que sea, han quedado eclipsadas a lo largo del tiempo.
Sueños de seductor (Herbert Ross-1972)

Basada en una obra de teatro de Woody Allen. Allan Felix, personaje interpretado por el Woody Allen, es un cinéfilo empedernido que, según su exmujer, no vive la vida sino que es un simple espectador. A su lado tiene a su mejor amigo, un ocupadísimo Dick, interpretado por Tony Roberts, que dedica más tiempo a su negocios bursátiles que a su mujer Linda, interpretada por Diane Keaton.
A lo largo de la película, vemos que todos los intentos de sus amigos de emparejarle para que pueda pasar página se convierten en auténticos desastres. A modo de Pepito Grillo o conciencia, Allan mantiene diálogos con un imaginario Bogart que trata de convencerle de que sea un tipo duro, que es lo que de verdad agrada a las mujeres, cosa que, como vemos a lo largo de la película, no es cierta.
La amistad entre Dick y Linda con Allan, poco a poco, se convierte en un triángulo amoroso con no pocos puntos de contacto con el triángulo de Casablanca entre Victor Laszlo, su mujer Ilsa y Rick. Linda (Diane Keaton) empieza a dudar que su marido realmente la siga queriendo y eso favorece el acercamiento a Allan. Esto da pie a secuencias hilarantes en las que Allan imagina como Dick va a tomarse esa relación a tres bandas: al estilo de una película de Antonioni, con esa frialdad y hieratismo habituales; o al estilo pasional del neorrealismo italiano, donde la vendetta y el drama están servidos.
Al igual que en Casablanca, tenemos escena de aeropuerto en la que Allan, trata de convencer a Linda de que vuelva con Dick empleando las mismas palabras de Bogart al despedirse de Ingrid Bergman. La conclusión a la que llega el personaje que interpreta Woody Allen al final de la película es que no tienes que pretender ser otra persona sino que tienes que ser tú mismo a la hora de abordar cualquier situación o problema.
Interiores (Woody Allen-1978)

Woody Allen trata de acercarse al cine de Ingmar Bergman, en un drama claustrofóbico con una madre (Eve) para la cual el orden y la armonía son más importantes que el cariño y el afecto que pueda sentir por sus hijas, a las que les organiza la vida.
Sus tres hijas tienen vidas dispares. Flyn, la hija menor, es actriz y apenas visita a su madre. Joey, la mediana, es la que tiene que soportar a su madre y sus manías de orden, control y armonía. La vida de Joey es un caos, vive a la sombra de sus hermanas y bajo el ojo siempre crítico de un padre que la considera una persona sin talento. Finalmente, la tercera hija es Renata (Diane Keaton), una poetisa de éxito que se encuentra en un vacío creativo y que está casada con Frederick, un escritor en horas bajas que no puede soportar vivir a la sombra de su talentosa mujer.
En esta ocasión, Diane Keaton nos ofrece un papel cargado de angustia, rabia y desesperación. El caos se desencadena cuando Arthur, marido de Eve, decide separarse y ésta intenta suicidarse, logrando que el ordenado y armónico mundo que había creado se haga pedazos. Al final, su marido pasa página y se divorcia de ella, conociendo a Pearl, una persona vital, alegre y chispeante con la que al final se casa.
Los colores que definen a Eve son colores suaves y armónicos, como verdes y grises, mientras que la nueva pareja de Arthur va vestida de rojo, actuando como contrapunto y ruptura de la serenidad y orden de Eve. Y al igual que somos testigos de la lucha entre caos y orden también aparecen en su tramo final eros y thanatos, es decir amor y muerte.
Manhattan (Woody Allen-1979)

Manhattan producción de 1979 dirigida por Woody Allen, es una carta de amor a Nueva York y, al mismo tiempo, una tragicomedia sobre la condición humana, las relaciones, los sentimientos y las emociones.
Se trata de una sucesión de encuentros y desencuentros entre una serie de personas que demuestran lo volubles que son los sentimientos y cómo, en cuestiones de amor, no puedes decir «de esta agua no beberé» y cómo se puede ser capaz de herir a alguien aunque aparentemente no hubiese intención de hacerlo.
Diane Keaton es Mary, una arrogante, neurótica y engreída escritora que mantiene una relación ilícita con Yale (Michael Murphy), amigo de Isaac (Woody Allen). Éste último sale con una joven de 17 años llamada Tracy (Mariel Hemingway), con la que, aunque la quiere, no se imagina en un futuro.
No nos engañemos, las únicas personas sinceras y honestas de esta película son aquellas a las que más daño se les hace: la mujer de Yale (Anne Byrne) y Tracy. Diane Keaton nos vuelve a ofrecer un recital de interpretación pasando de la arrogancia a la vulnerabilidad, con momentos de gran fuerza dramática.
Meryl Streep tiene un pequeño papel como Jill, la exesposa de Isaac que ha escrito un libro sobre lo ocurrido durante su etapa de casados y que no pone en muy buen lugar a Isaac. Comentar también el pequeño papel de Wallace Shawn, interpretando a Jeremiah, exmarido de Mary.
Una película poco complaciente, cargada de un romanticismo cínico que demuestra que las relaciones de pareja son lo más parecido a un campo de minas, pues tienes que cuidar mucho dónde pisas, porque en cualquier momento puedes oír un click y, a partir de ese momento, tu vida y las de los que te rodean pueden cambiar drásticamente.
La chica del tambor (George Roy Hill-1984)

El mismo que años antes había dirigido las dos películas que hicieron juntos Paul Newman y Robert Redford (El Golpe y Dos hombres y un destino), adapta en esta película una novela de John le Carré que tiene como trasfondo el conflicto entre Israel y Palestina. Una vez más, el autor de la novela nos muestra el lado más sórdido del espionaje, sin el glamour que caracteriza las películas de James Bond.
Diane Keaton interpreta a la actriz Charlie, muy concienciada con el sufrimiento del pueblo palestino y cuyo idealismo y buenas intenciones será objeto de manipulación, tanto por agentes de Israel como por activistas palestinos. El idealismo bienintencionado y la atracción romántica que siente hacia un encapuchado representante de Palestina sirven para utilizarla como un peón de un juego cruel que solamente puede tener un ganador y un perdedor. A lo largo de la película, vemos cómo Diane Keaton atraviesa por todos los estados emocionales, aunque recordemos que es una actriz y, por tanto, una profesional de la mentira y la simulación.
Una vez más, tanto israelíes como palestinos la utilizan para sus propósitos sin sopesar las consecuencias. No es más que un peón al que, si se lo tiene que sacrificar, se lo sacrifica. Frases como “para cazar a un tigre primero hay que atar la cabra” dejan muy clara la intención de los agentes judíos: usar a Charlie como cebo para neutralizar a un terrorista activo y a toda su cédula.
Por su parte, los activistas palestinos dicen cosas como “somos un movimiento revolucionario y haremos todo lo posible para garantizar nuestra supervivencia”, algo así como el fin justifica los medios, o aquello de “daños colaterales“, una forma hipócrita de referirse a las víctimas inocentes de los atentados.
A resaltar la frase que pronuncia el responsable de un campo de entrenamiento palestino en el Líbano y que hoy está perfectamente vigente: “No somos antisemitas, somos antisionistas”. No se trata de estigmatizar al pueblo judío por serlo, sino atacar lo que ellos consideran el ala armada y más radical del Gobierno de Israel, sin embargo, la historia nos ha demostrado lo contrario: la masacre de los Juegos Olímpicos de Munich 1972, donde las víctimas eran los deportistas judíos; el secuestro de un avión con pasajeros israelíes desviado al aeropuerto de Entebbe (Uganda) con la complicidad del régimen de Idi Amín Dada en 1976; o el secuestro del crucero Achille Lauro en 1985, con un judío americano de 69 años en silla de ruedas como víctima mortal.
Se trata de un conflicto que no es blanco y negro, sino que está plagado de grises, y en el que ambos bandos emplearán todos los medios a su alcance para lograr la victoria, usando a quien haga falta y de la forma que haga falta. Nada es lo que parece, algo que descubre la propia Charlie, interpretando el papel de su vida en el teatro del mundo real.
Misterioso asesinato en Manhattan (Woody Allen-1993)

Carol Lipton (Diane Keaton) y Larry Lipton (Woody Allen) son una pareja neoyorquina que acusan el síndrome de nido vacío (su hijo está en la universidad) y han pasado de la pasión a la convivencia rutinaria. Sin embargo, Carol tiene una afición que comparte con un amigo divorciado (Ted): su interés por los crímenes y la conducta criminal.
Tras un luctuoso suceso ocurrido a una de sus vecinas, decide que hay gato encerrado y comienza una investigación. Woody Allen nos ofrece no un triángulo amoroso, sino un perfecto cuadrado, porque aparece en escena una extraña escritora, Marcia Fox (Anjelica Huston), a la que tratan de emparejar con Ted (Alan Alda) y que se une a este extraño grupo de detectives aficionados.
Reticente a investigar algo que aparentemente no deja de ser una muerte natural, Larry, dispuesto a salvar su matrimonio, entra en la investigación; Ted, que siempre ha sentido una complicidad con Carol, se siente atraído por ella; Carol se siente halagada y a la vez celosa porque ve que su marido Larry, editor de novelas en una compañía, parece sentirse atraído por la fuerza vital y oscura que desprende una sensacional Anjelica Huston como Marcia.
La película es un claro homenaje a grandes películas del género criminal como Perdición de Billy Wilder. Tiene a su vez muchos puntos de contacto con La ventana indiscreta de Hitchcock y plantea un paralelismo, espejos incluidos, con La dama de Shanghai de Orson Welles.
A destacar cómo tratan de esclarecer los hechos mediante una falsa grabación y varios magnetófonos, algo impensable en el siglo XXI a causa de la inteligencia artificial y su capacidad de simular cualquier voz de forma menos artesanal, en uno de los momentos más hilarantes de la película.



