Nos adentramos en el cine japonés más desconocido y lo hacemos de la mano de las que en su momento fueron las cuatro grandes productoras niponas.
El infierno del odio (Akira Kurosawa-1963)
Película producida por la Toho, la productora mas conocida por ser la especializada en el género de monstruos o Kaigu Eiga, con Godzilla como representante más destacado. Además de esas películas de monstruos gigantescos, de esta productora salieron también películas como la que nos ocupa.
En El infierno del odio, un importante magnate comercial descubre con horror que su hijo ha sido secuestrado. Hasta aquí, no difiere mucho de cualquier película occidental sobre el tema. La diferencia radica en la línea de investigación seguida por la policía, distribuyendo los efectivos en varios grupos, cada uno de ellos encargado de comprobar e investigar en una zona determinada y manteniendo, cada poco tiempo, reuniones de coordinación para hacer una puesta en común y descartar posibles sospechosos.
Un intercambio de miradas, reproches ahogados en la angustia de la espera y el intento por parte de la policía de encontrar un patrón en la voz o en los ruidos de fondo que permita dar con los responsables. La película nos muestra una sociedad dividida: arriba, la clase dirigente que, con sus privilegios y sus viviendas arrogantes, mira desde el orgullo y el poder a la gente que vive abajo, sobreviviendo a cada día, trabajando y sintiendo que la vida se va a cada minuto de la extenuante jornada. En estas condiciones, es normal que se dé un acto delictivo impulsado por el odio y el rencor hacia los que, teniéndolo todo, no comparten con los que apenas tienen nada.
Branded to kill (Seijun Suzuki-1967)
Producida por Nikkatsu, uno de los estudios más antiguos de Japón, que trabajó con diversos géneros, entre ellos el de samuráis y yakuzas, aunque por razones comerciales acabó realizando, sobre todo, películas pornográficas. Dentro de su producción de cine negro, tenemos esta auténtica joya.
Un reputado asesino, bien situado en el ranking, acude en ayuda de un colega en horas bajas que ha resultado abatido por los dos enemigos mortales en su profesión: las mujeres y el alcohol. El protagonista es un individuo metódico, imaginativo y resolutivo, con una pasión casi enfermiza por el arroz cocido, por su textura, por su sabor y, sobre todo, por su aroma, que embriaga sus sentidos y tranquiliza sus nervios. Un nuevo encargo, una misteriosa mujer y la contrariedad lo ponen en el punto de mira y, a partir de ese momento, se trata de sobrevivir a toda costa o de ser eliminado.
La historia de Zatoichi (Kenji Misumi-1962)
Producida por Daei, rival de Toho hasta el punto de tener su propio monstruo: la tortuga gigante Gamera. Esta productora llegó a tener un gran prestigio, con películas como Rashomon, de Kurosawa, y Gates of Hell, de Seijun Suzuki y ganadora de la palma de Oro del festival de Cannes en los años 50. Es la productora de las 26 películas de Zatoichi.
En esta primera película de la saga de Zatoichi, nos encontramos por primera vez con este masajista invidente, borrachín, glotón y jugador, pero temible espada en mano.
Por caminos polvorientos de un Japón tradicional transita Zatoichi, que perdió la visión a los ocho años y que, pese a ello, es un excepcional espadachín con una técnica secreta que incluso hace estremecer a los guerreros más versados en el arte de la lucha. Este masajista que recorre los pueblos no es un superhéroe, ni busca problemas, más bien son estos los que lo encuentran a él. Simplemente acepta su condición con buen humor y trata de hacer el bien por donde quiera que pasa.
En esta ocasión, Zatoichi llega a un pueblo en el que dos facciones enfrentadas quieren hacerse con el control. Una de ellas cuenta con un samurái en horas bajas, respetado por nuestro invidente protagonista y al que trata de convencer por todos los medios de que se marche y evite así un enfrentamiento tan absurdo como inútil, pero con consecuencias letales para ambos o, al menos, para uno de ellos.
Tenemos en esta obra del cine japonés la esencia de lo que algunos años después sería el spaghetti western: malos muy malos, población que mira para otro lado por miedo a represalias o por simple desinterés, rivales a la altura, combates y duelos y, sobre todo, un héroe al que le ha tocado por suerte o por desgracia, por su propio interés o de rebote, poner las cosas en su justo orden.
Red Peony Gambler (Kosaku Yamashita-1968)
Otra productora de interés del cine japonés es Toei, especializada en películas de yakuza (mafia japonesa). Entre las obras más representativas tenemos los Yakuza papers, cinco películas que cuentan el nacimiento y auge del crimen organizado en el Japón de los 50. Toei fue distribuidor oficial de la 20th Century Fox hasta 2019, momento en el que Disney compra la Fox.
Toei cuenta también con una serie de ocho películas de la llamada Lady Yakuza, conocida también como la Peonía Roja. La primera de la serie, nos cuenta una historia de venganza en un Japón entre la tradición y la modernidad. Yama Ryuko, conocida como la Peonia Roja, es una jugadora profesional y también jefa yakuza de su clan tras la muerte violenta de su padre.
Su apodo de Peonía Roja se debe a un tatuaje que tiene de esta flor, que dentro de la tradición japonesa significa persona capaz de asumir desafíos y que también se asocia con belleza, fragilidad y comprensión. La protagonista no tiene miedo a enfrentarse a cualquiera que le plante cara, maneja una sombrilla con la misma habilidad que el cuchillo que siempre lleva consigo y tiene un revólver que no duda en usar cuando es necesario. Es comprensiva, cariñosa y generosa con las personas que sufren y que son blanco fácil de emboscadas y de abusos. Leal a los miembros de su clan, al igual que la planta que lleva tatuada, irradia no solamente belleza interior sino también exterior.
Por si estos ingredientes no fueran suficientes, en todas las películas de la serie suena una melodía que marca el comienzo de los enfrentamientos encarnizados y sangrientos con sus enemigos.
Es muy probable que los grandes personajes femeninos de Kill Bill de Tarantino hayan tenido su inspiración en personajes como Lady Yakuza.
El gato negro (Kaneto Shindô-1968)
Acabamos este pequeño repaso por el cine japonés menos convencional con una producción de terror de Toho. Nos trasladamos nuevamente al Japón feudal, un hervidero de batallas por el poder y la supremacía entre diferentes señores de la guerra, que se enfrentan tiñendo de rojo arrozales y campos y arrastrando por el lodo a cansados y hambrientos soldados que, en busca de fortuna y con el aliento de la muerte tras ellos, sucumben a la locura y el pillaje.
Espíritus errantes y desesperados arrastran a los infiernos a aguerridos samuráis tentados por sus encantos lascivos y un muchacho héroe de guerra, obligado a enfrentarse a tan viles espectros, que va a descubrir con horror los motivos que empujan a esos seres a diezmar las huestes de samuráis de la comarca. Pasión y deber, destrucción y comprensión luchan cuerpo a cuerpo en la mente del samurái bajo la atenta mirada arrogante y exigente de su jefe, que necesita pruebas físicas tranquilizadoras sobre la erradicación del mal en la zona. Un mal que ha calado muy profundamente en el corazón del protagonista, que desea reencontrarse con su mujer antes de sumergirse en la locura y la desesperación.
Volveremos dentro de un tiempo a echar una mirada nuevamente al cine japonés, una cinematografía que, fuera de los grandes maestros conocidos en Occidente, nos ha resultado siempre demasiado esquiva.