El «bar de rojos» que siempre quiso montar y regentar Pablo Iglesias ya es una realidad en el madrileño barrio de Lavapiés, pero una semana después de que se conociera el local en el que se ubicará el negocio y a un día de su apertura ya le han salido los primeros enemigos y no precisamente del espectro político de la derecha y es que han sido los anarquistas los primeros en atacarlo y lo han hecho con una pintada en la que amenazan con adoptar represalias si el cóctel bautizado con el nombre de Durruti no desaparece de la carta.
Para entender esta situación conviene precisar que los cócteles del bar de Pablo Iglesias, bautizado como Taberna Garibaldi, llevan los nombres de personajes históricos vinculados a la izquierda y a movimientos revolucionarios. Así, además del Durruti Dry Martini que tanto ha enfadado a los anarquistas, podemos encontrar el Fidel Mojito, el Che Daiquiri, el Mandela Zulú, el Gramsci Negroni, el Pasionaria Puerto de Valencia y el Evita Martini.
A ciertos anarquistas parece no haberles gustado nada la utilización del nombre de Durruti, una de las figuras más relevantes del anarquismo en España, con fines comerciales, por más que la intención de Pablo Iglesias, además de la de hacer negocio, sea precisamente la de homenajear en la carta de su bar a personajes de la izquierda.
«Exvicepresidente: exigimos la retirada inmediata del cóctel Durruti o el proletariado anarquista pasará a la acción», reza la pintada con le letras de color rojo que apareció esta mañana en la fachada del local y que firman «los amigos de Durruti».
Un templo para la izquierda
Casi nada en el bar de Pablo Iglesias queda al margen de la política y, más en concreto, de la ideología de izquierdas. El propio nombre del establecimiento, Taberna Garibaldi, homenajea a la Brigada Garibaldi que, con un buen número de italianos en sus filas, participó en la defensa de la República durante la Guerra Civil Española.
Frases como Las tabernas son el último bastión de la libertad del proletariado y La verdadera grandeza se logra sirviendo a los demás escritas en la carta, un surtido de platos veganos agrupados bajo el epígrafe No me llame Ternera (como el título del documental de Jordi Évole sobre el etarra Josu Ternera) y la canción de Bella Ciao que sonará de forma ritual para indicar la llegada de la hora de cierre son otros guiños a la izquierda de un bar que, sin duda, dará mucho que hablar.