El turismo masivo se ha convertido en fuente de conflicto entre los visitantes y los vecinos de ciertas localidades y territorios y uno de los episodios más sorprendentes relacionados con esa disputa es el que ocurrió en una comuna ubicada en la región francesa de Lorena, donde varios agricultores locales rociaron sus terrenos con malolientes purines para intentar expulsar a los usuarios de autocaravanas que habían convertido dichas tierras en su particular zona de estacionamiento.
A las tierras por las que se desencadenó el enfrentamiento llegaron a lo largo del verano decenas de viajeros en autocaravana que, sin contar con permiso de los propietarios de las mismas, decidieron establecerse en ellas como si de un camping se tratara. Los agricultores recurrieron a las autoridades para que pusieran fin a la situación pero, al ver que sus súplicas cayeron en saco roto y que ninguna administración pública movía un dedo al respecto, decidieron tomarse la justicia por su mano y plantar batalla.
Si curiosa es esta guerra de los agricultores franceses contra los autocaravanistas, aún lo es más el método utilizado por quienes poseen o trabajan las tierras para tratar de expulsar a los invasores. Los ingeniosos agricultores llenaron las cisternas de sus camiones y tractores con purines para ganado y rociaron los campos adyacentes a los terrenos donde estaban los vehículos vivienda para que los malos olores y la toxicidad generados por el compuesto convirtieran la zona en un lugar inhóspito o, al menos, nada agradable para pasar unos días de vacaciones.
La acción orquestada por los campesinos se hizo viral en las redes sociales y fueron muchas las muestras de apoyo a la misma. «Utilizaron la única arma que les quedaba», dice el diario británico Daily Mail acerca del vídeo donde se observa la escaramuza entre los agricultores y los usuarios de las autocaravanas.
Los agricultores consiguieron su propósito, pese a la oposición inicial de unos autocaravanistas que llegaron a golpear los tractores y camiones para evitar que estos rociaran el campo, y las tierras quedaron libres de turistas y listas para que los propietarios de las mismas pudieran trabajarlas de nuevo sin las molestias ocasionadas por los okupas motorizados.