Quienes dicen que Galicia es un paraíso lo dicen por lugares como las Fragas do Eume, un paraje enclavado en la provincia de A Coruña que constituye el mejor ejemplo de bosque atlántico de toda Europa. Con sus más de 9.000 hectáreas y con su rico ecosistema, este territorio ubicado en la comarca que conforman los municipios de A Capela, As Pontes de García Rodríguez, Cabanas, Monfero y Pontedeume cuenta con la declaración de Parque Natural desde 1997 y atrae a numerosos visitantes que no quieren perderse un escenario que parece sacado de un cuento de hadas.
El río Eume es el elemento vertebrador de este territorio que se extiende por un abrupto valle de profundas gargantas. Para preservar los valores naturales y patrimoniales que hacen de las Fragas do Eume un lugar único en el mundo, la Diputación de A Coruña ha diseñado uno de sus Planes de Sostenibilidad Turística en Destino, cuyo desarrollo y ejecución permitirá regular los flujos de visitantes, fomentar el turismo responsable, crear infraestructuras como aparcamientos disuasorios y ofrecer experiencias como recorridos para la observación de la naturaleza y rutas en bicicleta.
Las Fragas do Eume, pese a su naturaleza salvaje, cuentan también con valiosos ejemplos patrimoniales de la presencia humana. Algunos de ellos, como el maravilloso monasterio de Caaveiro, se enclavan en el mismo corazón de este bosque y forman parte del mismo, como ejemplos de que la civilización puede dejar su huella en un paraíso natural sin necesidad de estropear el conjunto e incluso enriqueciéndolo.
Naturaleza a través de los sentidos
El cauce fluvial del río Eume es fuente de vida en un bosque que presenta una gran variedad de flora y fauna. Recorrer las diferentes rutas que discurren por el parque permite ver, escuchar, tocar y oler la naturaleza en todo su esplendor.
Si eres aficionado a la botánica, puedes intentar localizar algunas de las 28 especies de helechos que crecen en el territorio de las Fragas do Eume desde el período geológico Terciario, justo el que llegó después de que los dinosaurios se extinguiesen. Estos elementos de la flora viven en perfecta simbiosis con especies arbóreas como los robles, los castaños y los abedules, cuya sombra les ofrece la protección que necesitan para desarrollarse.
La riqueza de árboles y plantas que presenta este bosque, tan frondoso que en algunos de sus espacios le cuesta entrar incluso a la luz solar, se debe a que la acción del hombre, si bien presente en algunas épocas, fue más mesurada que en otros espacios de similares características. Esta es la razón principal por la que las Fragas do Eume constituyen el ejemplo de bosque atlántico mejor conservado de toda Europa.
Los amantes de la fauna también tienen en las Fragas do Eume un destino de referencia y de visita obligada y es que los observadores más hábiles pueden encontrar animales muy difíciles de localizar en otros lugares. Entre los habitantes de este territorio, destacan los anfibios, que encuentran en su clima húmedo y en sus zonas sombrías un ambiente perfecto para prosperar. Salamandras, ranas y sapos pueden cruzarse en tu camino cuando menos te lo esperes, eso sí, mantén los ojos bien abiertos porque estas criaturas son muy discretas y recelan de la presencia de desconocidos.
Por supuesto, las Fragas do Eume cuentan también con un amplio muestrario de mamíferos, aves e insectos. Pájaros como el martín pescador o el mirlo acuático comparten hábitat con los peces e invertebrados que les sirven como alimento y con animales típicos de la fauna de Galicia y de la del conjunto de la Península Ibérica, como son el tejón, el corzo, el zorro, el ciervo, el jabalí y, en las zonas más elevadas, el lobo. En total, se estima que viven en estos bosques 100 especies de aves y 40 de mamíferos.
Retiro y espiritualidad entre la espesura del bosque
Si hay algo que no debes dejar de visitar si llegas a las Fragas do Eume es el monasterio de San Juan de Caaveiro, un conjunto arquitectónico ubicado en un terreno perteneciente al municipio de A Capela que, si bien ha sufrido diversas reformas con el paso de los siglos, permanece en el mismo enclave privilegiado que ocupaba en el año 934, fecha en la que, según la tradición, lo fundó San Rosendo para retirarse junto a un grupo de eremitas. De aquella ermita inicial surgió un gran complejo en el siglo XII, época a la que pertenecen las estructuras más antiguas de las que permanecen en pie hoy en día. Gran centro de poder religioso y administrativo bajo la orden de San Agustín, que sucedió a la de San Benito como titular del monasterio, su iglesia llegó a tener, hasta finales del siglo XVIII, la consideración de Real Colegiata.
Con su abandono progresivo, al que contribuyeron acontecimientos como la desamortización de Mendizábal, el monasterio quedó prácticamente en ruinas y cayó un tanto en el olvido hasta que el adinerado abogado Pío García Espinosa se lo compró al Arzobispado de Santiago de Compostela y acometió una profunda restauración. Tras pasar a manos de los herederos de este hombre acaudalado que lo había adquirido con vistas a convertirlo en una especie de residencia de verano, volvió la decadencia, que se prolongó hasta que la Diputación de A Coruña se hizo con él y, tras acometer una nueva restauración que le dio su aspecto actual, lo convirtió en el recurso turístico de primer orden que constituye hoy en día.
Como muchos edificios con siglos de historia, el monasterio de Caaveiro cuenta con su propia leyenda, la que narra que San Rosendo protestó airadamente por el tiempo en un frío y lluvioso día de invierno y, al considerar que esa queja constituía un pecado por ir en contra de lo que Dios había dispuesto, arrojó su anillo episcopal al río Eume y que, siete años después, un cocinero del monasterio lo encontró dentro de un salmón que estaba limpiando, algo que el santo interpretó como una prueba de que su falta había sido perdonada.
Con la iglesia de Santa Isabel, monumental pese al paso del tiempo y gracias a elementos como su ábside románica, como elemento central, el monasterio de Caaveiro es un testimonio de la evolución de los estilos arquitectónicos en Europa, pues en él encontrarás desde elementos típicamente románicos, como los arcos apuntados y las ventanas saeteras, hasta una espadaña barroca o construcciones más modernas correspondientes a las últimas remodelaciones experimentadas por el conjunto.
Es importante recordar cómo puedes desplazarte al monasterio de Caaveiro si quieres visitarlo pues, si bien en temporada baja es posible llegar en coche hasta un pequeño aparcamiento situado junto al puente de Santa Cristina, en verano, debido a la mayor afluencia de turistas, sólo es posible hacerlo a pie (se puede llegar en coche hasta el Centro de Interpretación de las Fragas do Eume y luego caminar unos 8 kilómetros).
Doblete monacal
El monasterio de Caaveiro tiene un compañero en el municipio de Monfero, donde otro edificio religioso históricamente dedicado a albergar los quehaceres de miembros de órdenes religiosas se levanta en el pequeño valle donde nace el río Lambruxo.
Aunque fundado en el año 1134 por el noble Alfonso Bermúdez y su sobrino Pedro Osorio, la mayoría de los elementos del monasterio de Monfero que quedan en pie corresponden a los estilos barroco y renacentista. Esta circunstancia se debe a que, ya consolidado como centro de poder y después de haber sido testigo de encarnizadas luchas entre señores feudales, el monasterio recibió importantes inyecciones económicas entre los siglos XVI y XVII, en la que fue la época de su mayor esplendor. En ese período, la reforma del complejo fue integral y prácticamente todos los edificios se levantaron de nuevo siguiendo las directrices arquitectónicas de su tiempo.
Al igual que le ocurrió al de Caaveiro, el monasterio de Monfero sufrió mucho con los cambios políticos de la España del siglo XIX y pasó una larga etapa condenado al ostracismo y a un cierto abandono pese a su indudable valor patrimonial. Ya en el siglo XX y antes de que estallara la Guerra Civil, en 1931, un decreto republicano lo declara como Monumento Histórico-Artístico. Desde la década de los 60, se suceden diversas obras de restauración. Actualmente es la Xunta de Galicia quien se encarga de administrar este monasterio, después de que el Arzobispado se lo cediera por un período de 50 años. Como anécdota curiosa cabe mencionar que, entre 1951 y 1953, fracasó un plan para trasladar la fachada del templo de esta monasterio a la iglesia de San Pedro de Mezonzo de A Coruña.
Desde el punto de vista arquitectónico y artístico son muchos los elementos a tener en cuenta en el monasterio de Monfero aunque es la fachada ajedrezada de estilo barroco, con elementos de pizarra incrustados en el granito, uno de los que más llama la atención de los visitantes. Un muro románico del siglo XII que constituye uno de los pocos vestigios que quedan de los orígenes del monasterio, la cúpula octogonal de la iglesia y un claustro muy bien conservado con un primer piso inspirado en el de la catedral de Santiago y con el segundo de estilo renacentista son otros de los atractivos de este monumento religioso.
El monasterio de Monfero tiene un gran simbolismo para los vecinos del municipio en el que se ubica y que le da nombre y prueba de ello es su presencia en el escudo del Ayuntamiento de la localidad. El entorno del monasterio es el marco de una romería en honor a la Virgen que se celebra el primer domingo de julio.
Un puente con solera en un pueblo lleno de historia
En un reportaje sobre las Fragas do Eume y sobre lo mucho que la comarca en la que se ubican ofrece al visitante no pueden quedar sin ser escritas unas líneas sobre la localidad de Pontedeume, una villa donde sin duda disfrutarán los amantes de la historia.
El puente de piedra es quizás el elemento más significativo de Pontedeume pues, aunque la versión actual es el resultado de una reedificación realizada entre los años 1863 y 1870 y de una posterior remodelación entre 1884 y 1888, da nombre a la localidad. El nuevo puente sustituyó a uno gótico del que sólo quedan las figuras de un oso y un jabalí que fueron trasladadas al antiguo convento de San Agustín.
El casco antiguo de Pontedeume está lleno de espacios y edificios de gran relevancia histórica y patrimonial. La plaza del Conde, epicentro de la vida vecinal; el Torreón de los Andrade, último vestigio del pazo de la familia noble que le da nombre; los restos de la muralla de la villa; la iglesia parroquial de Santiago, con una bóveda estrella y un valioso retablo renacentista; y el Pazo del Arzobispo Rajoy, construido en la segunda mitad del siglo XVIII son sólo algunas de las joyas que podrás admirar con un recorrido por las calles de este pueblo.
Fuera del casco antiguo de la villa se encuentra el Castillo de Andrade, un monumento que domina desde lo alto la desembocadura del río Eume y que no debes dejar de visitar. Esta fortificación, levantada entre 1369 y 1377 por Fernando Pérez de Andrade, se encuentra a sólo 3 kilómetros en línea recta del núcleo de Pontedeume, si bien el desnivel existente hace que el recorrido para llegar a él sea bastante mayor. Esta circunstancia alimentó un rumor acerca de la posible existencia de un pasadizo secreto que conectaba el castillo con el Torreón de los Andrade.
Modelo de turismo racional y sostenible
El Plan de Sostenibilidad Turística en Destino que la Diputación de A Coruña ha diseñado para las Fragas do Eume tiene como finalidad convertir a este destino en un referente de sostenibilidad, capaz de atraer a un gran número de visitantes sin caer en los problemas que acarrea la masificación. Para ello, prevé actuaciones que conllevarán mejoras en aspectos como la movilidad, la eficiencia energética y la oferta de experiencias al aire libre para conectar con la naturaleza.
Para combatir la masificación en un destino resulta fundamental conocer el número de visitantes que llegan, la frecuencia con la que lo hacen y las temporadas y horarios en las que la afluencia es mayor. El control de los flujos turísticos es una de las cuestiones en las que incide el Plan de Sostenibilidad Turística en Destino de las Fragas do Eume, que propone actuaciones como la instalación de contadores mecánicos en los principales accesos al parque natural y la realización de exhaustivos análisis de los datos obtenidos mediante los mismos.
El plan de la Diputación otorga gran importancia a la movilidad y se marca el objetivo de que quienes lleguen al parque en vehículos particulares puedan hacerlo con la mayor comodidad pero reduciendo, al mismo tiempo, el impacto del tráfico rodado sobre el entorno. Un espacio con puntos de recarga para vehículos eléctricos, menos contaminantes que los que funcionan con combustibles derivados del petróleo, y un aparcamiento disuasorio desde el que los visitantes puedan iniciar sus recorridos por la naturaleza son dos de las infraestructuras programadas para reducir el impacto de los coches.
Entre las medidas encaminadas a conseguir mejoras en la movilidad destaca también la de crear una serie de áreas de servicio para autocaravanas. La Diputación ha detectado que cada vez son más los turistas que viajan en vehículos vivienda y, por ello, ha recogido en el plan para las Fragas do Eume un proyecto para habilitar espacios en el que los usuarios de autocaravanas puedan estacionar y pernoctar y que cuenten con servicios como tomas de agua para el llenado del depósito y contenedores para aguas negras y de recogida de basura doméstica.
La búsqueda de la sostenibilidad y de un turismo respetuoso está también detrás de las experiencias para el visitante que surgirán al amparo del plan de la Diputación para este destino. Así, quienes lleguen a las Fragas do Eume tendrán la oportunidad de conocer el territorio a través de una serie de rutas micológicas, florísticas y etnográficas que posibilitarán la observación de la naturaleza con el mínimo impacto ambiental. Estas experiencias, según explica la propia Diputación, servirán también para mejorar la imagen del destino y para contribuir a que se reduzca la estacionalidad.