La jugada de presentar la caída de un misil en su territorio y las dos muertes accidentales que causó ese suceso como un acto de guerra por parte de Rusia le ha salido mal al Gobierno de Polonia, que comprueba cómo los presidentes de Estados Unidos y de la propia Rusia quitan hierro al asunto, conscientes de lo mucho que ambos perderían si el conflicto en Ucrania se internacionaliza y ante unas evidencias que ya han desmentido la teoría polaca.
Todo apunta, y así lo sostiene el presidente estadounidense Joe Biden, a que el misil de la discordia ni siquiera fue lanzado desde el territorio de Rusia, algo que, en principio, descartaría, no sólo la posibilidad de que el artefacto llegara a suelo polaco por la voluntad de las autoridades rusas, sino también la de que el país que preside Vladimir Putin lo hiciera caer allí por accidente.
«Es improbable que el misil fuera lanzado desde Rusia», manifestó el presidente Biden, que con esa frase echó por tierra el intento de Polonia de presentar el suceso como una grave agresión por parte de Rusia que merece una respuesta contundente por parte de la OTAN.
Tampoco el Gobierno que preside Vladimir Putin parece dar mayor trascendencia a la caída del misil, aunque sí lo hizo a la forma en la que los hechos se magnificaron desde Polonia, un país acostumbrado a lo largo de su historia a ser invadido y derrotado cuyos gobernantes y ciudadanos tiemblan cada vez que las hostilidades estallan cerca de sus fronteras.
«Las declaraciones de los medios y funcionarios polacos sobre el impacto de misiles rusos en el área de Przewodow es una provocación deliberada para escalar la tensión», apuntan desde el Ministerio de Defensa de Rusia.
Polonia se retracta ante la evidencia
Poco ha tardado Polonia en cambiar su discurso y, al comprobar que la idea de que Rusia hubiera lanzado ese misil voluntariamente e incluso la de que ese misil fuera ruso se caían por su propio peso, ha calificado lo sucedido como «un desafortunado accidente».
Lo cierto es que las autoridades polacas, con el presidente Andrzej Duda y con el primer ministro Mateusz Morawiecki a la cabeza, simplemente demuestran juzgar unos hechos con un doble rasero, algo que, por otra parte y en consonancia con esa rusofobia congénita que muestra Polonia desde tiempos de la Unión Soviética y de la II Guerra Mundial, ya vienen haciendo desde que comenzó la guerra. Cuando pensaban que el proyectil podría haber sido lanzado por Rusia, sacaron la bandera del victimismo y clamaron por la ayuda internacional, y tan sólo horas más tarde, cuando se constató que el misil tiene más probabilidades de ser un artefacto ucraniano que cayó allí por error, echaron tierra sobre el asunto. Olvida el Gobierno de Polonia que, ya sea de Rusia o de Ucrania, el misil ha causado dos víctimas mortales y que las familias de las mismas sufren idéntica pérdida sea cual sea la procedencia del mismo.
¿Por qué habría de intervenir la OTAN si el misil fuera ruso y por qué no ha de hacerlo contra Ucrania si procede de ese país? Esta es la pregunta que se hacen en este momento los más escépticos con el papel de Occidente en el conflicto de Ucrania, una cuestión que, aunque pueda parecer de respuesta obvia, no lo es tanto si se atiende a que ni Rusia ni Ucrania son países de la OTAN y a que, por tanto, a efectos de considerar un ataque en territorio de la Alianza Atlántica, deberían sufrir el mismo trato.