Nacen, crecen, se reproducen, mueren y, ahora, las chinches también hacen turismo y tienen las mochilas de los peregrinos que recorren el Camino de Santiago como uno de sus medios de transporte favoritos. Pocos son los peregrinos que no hayan sufrido las picaduras de estos insectos o que no conozcan a otros que las hayan padecido y quienes recorren la Ruta Jacobea empiezan a sentir preocupación, cuando no miedo, a la hora de meterse en las camas de los albergues.
El combo de unos albergues por los que pasan todos los días peregrinos diferentes y el hecho de que éstos no siempre tienen el tiempo y los medios deseables para cuidar su higiene de la forma más conveniente ofrecen a las chinches las condiciones perfectas para aumentar su número y expandirse.
Ocultos en las mochilas de los peregrinos, como si se tratara de polizones de una embarcación, las chinches recorren el Camino de Santiago de albergue en albergue, lo que hace que sean cada vez menos los alojamientos de este tipo que se libran de este desagradable problema.
Los albergues extreman las precauciones y la mayoría de ellos siguen las normas de higiene que aconsejan los entomólogos para evitar la aparición de una colonia de chinches o, de ser ya demasiado tarde, para acabar con ella. Aún así, es difícil combatir a unos enemigos que pueden llegar ocultos, con las mochilas y en la ropa de los peregrinos como caballos de Troya, cualquier día del año y cuando uno menos se lo espera.
Para tranquilidad de los peregrinos, hay que señalar que las picaduras de las chinches no causan daños demasiado graves, aunque sí pueden generar un intenso picor y resultar por ello especialmente molestas, sobre todo cuando la víctima tiene la desgracia de haber recibido varias.
¿Cómo detectar la presencia de chinches?
Las chinches son muy escurridizas por su pequeño tamaño y por su tendencia a ocultarse hasta que pasan al ataque. Es por ello por lo que no siempre resulta sencillo detectar su presencia antes de que sea demasiado tarde y la cama esté infestada.
Además de lo obvio, percibirlos a simple vista, hay otras formas para detectar la presencia de las incómodas y desagradables chinches y es que estos bichos suelen dejar rastro de sus fechorías. Manchas de color óxido o rojizas, que no son otra cosa que el resultado del aplastamiento de las chinches por la persona que durmió en la cama; excrementos de los insectos, con forma de manchas oscuras; y huevos y cáscaras, de tan sólo un milímetro, son algunas de las pruebas del delito que los pequeños invasores dejan en la escena del crimen.