Jorge Alonso Carrera, guarda rural y trampero: «En España parece que tiene que dar vergüenza decir que uno es trampero»

trampero

Jorge Alonso Carrera, también conocido como el Guarda Smith, dice que nació rodeado de trampas, las que su padre utilizaba para «capturar un poco de todo» y ayudar con ello a la economía familiar. Ahora, este guarda rural natural de La Rioja, utiliza sus conocimientos para acabar con determinados animales cuya superpoblación supone un problema en espacios como los cotos de caza y los pueblos. Autor del libro Trampas de caza y pesca, este amante de la naturaleza explica por qué la figura del trampero es necesaria para proteger los ecosistemas y por qué los animalistas más radicales se equivocan al atacar actividades como la que él ejerce, desde siempre, con verdadera devoción y eficiencia.

-¿Cuándo empezaste a practicar el trampeo y quién te enseñó?

-Nací rodeado de trampas, porque mi padre era el típico trampero antiguo. No es que trampease por hambre, pero sí es cierto que esa actividad ayudaba mucho en la economía familiar. Nos gustaban mucho los productos del campo y mi padre trampeaba un poco de todo: pajaritos, conejos, truchas y otros peces… A partir de ahí, yo ya fui desarrollando mis conocimientos hasta que llegué a ser trampero profesional.

-Todos sabemos, más o menos, a qué se dedica un guarda rural, pero ¿cuál es la función de un trampero profesional?

-Dentro de mi trabajo como guarda rural, hay una parte que está vinculada a mi condición de trampero. En primer lugar, hay que señalar que siempre tenemos que trabajar con las normas que nos marcan las administraciones, porque las trampas han cambiado mucho y, ahora, tenemos que usar las que están homologadas y estar formados para poder usarlas. El trampeo es para el control de predadores en espacios como los cotos de caza. Se capturan especies como el zorro y el gato asilvestrado. Luego hay otra faceta que estamos desarrollando ahora mucho y que se realiza para los ayuntamientos, con el fin de controlar especies como los gatos callejeros, las palomas, las ratas… Todo lo que se captura, se captura en vivo y después ya se sacrifica si es lo indicado. Cada especie tiene sus normas. Hay animales que se sacrifican y otros que no se matan o se les da algún uso. Las palomas, por ejemplo, se usan a veces para alimentación de aves rapaces.

«Siempre tenemos que trabajar con las normas que nos marcan las administraciones, porque las trampas han cambiado mucho y tenemos que usar las que están homologadas y estar formados para usarlas»

-Cuando toca sacrificar al animal que se ha capturado, ¿cómo se le da muerte?

-Como dije, cada especie tiene su destino y el destino de algunas, como el zorro, es el sacrificio. Se me olvidó señalar que, antes de que actúe el trampero, siempre se realizan unos estudios previos de la población de la especie que se pretende diezmar. El sacrificio del zorro, por seguir con el mismo ejemplo, puede hacerse de dos formas, según lo que autorice la administración. Puede hacerse con una pértiga con una bala con pólvora que se le pone en la frente, como se hace en los mataderos con el ganado, o con arma de fuego. Yo soy más de arma de fuego, porque me parece que sufre menos el animal. Un animal salvaje no es como uno doméstico y, al final, un disparo con arma de fuego es más rápido y efectivo. Las palomas, muchas veces, se ofrecen a los centros de recuperación de aves a los que llegan aves rapaces heridas que, obviamente, tienen que comer.

-En países como Estados Unidos y Canadá, el trampeo está muy vinculado al comercio de pieles. ¿Practicas el trampeo con ese fin o con alguno similar relacionado con el aprovechamiento comercial de los animales que capturas?

-No, aunque antiguamente sí que se hacía también en España.

-¿Recuerdas cuál fue el primer animal que capturaste?

-Precisamente eso lo cuento en el libro, así que voy a hacer un poco de spoiler. Yo crecí en un ambiente muy rural, porque, aunque nací en una ciudad como es Logroño, iba mucho con mis padres al campo y al pueblo. Las primeras capturas de las que me acuerdo, como las de casi cualquier niño, son lagartijas e insectos, pero la primera que se me viene a la memoria es la de una trucha. Las cogíamos a mano y, cuando yo tenía siete años, no encontraba manera de coger una, porque mis manos no daban para eso. Es un método relativamente sencillo pero hay que conocerlo, hay que meter la mano debajo de las piedras donde se meten las truchas y, poco a poco, irlas cogiendo hasta que les metes el dedo por las agallas. Mi padre, mi tío y un amigo de la familia me dijeron que había una trucha que estaba en un sitio donde sólo mi mano podía caber para cogerla. Yo metí la mano y saqué una trucha espectacular, preciosa. Ese fue el recuerdo de mi primera gran captura, por así decirlo. Lo que pasó es que cuando cumplí los 30 años, en una comida familiar, empezaron a hablar de las truchas y comentaron que la más grande que habían visto era, precisamente, la que me habían puesto a mí muerta. Ahí descubrí la verdad, pero bueno, para mí sigue siendo mi primera gran captura.

trampero Jorge Alonso

-Hay muchas críticas a la caza desde sectores animalistas, pero los cazadores sostienen que la actividad cinegética mata muchos menos animales que los pesticidas o la progresiva destrucción del campo. ¿Cuál es tu opinión como guarda rural y trampeo?

-Es muy evidente que la caza no es lo que ha acabado con los animales. Antiguamente, por ejemplo, se usaba mucho una trampa para cazar pájaros que se llama ballesta y que es como un cepo pequeño y había un montón de pajarillos. Ahora, resulta que nadie trampea, nadie los caza y, sin embargo, cada vez hay menos. Los pesticidas, la mecanización de las tareas agrícolas y otras cuestiones han diezmado la población. Con las truchas pasa algo parecido. Yo, que tengo 46 años, recuerdo que antes había una barbaridad de truchas en casi cualquier río. Con la industrialización todo fue a peor, porque, hablando claro, se echaba mucha mierda a los ríos. Algo mejoró con la obligación de que los pueblos y las empresas pusieran depuradoras, pero no es lo mismo.

-¿Es demasiado restrictiva la legislación española con la actividad del trampeo y en comparación con otros países?

-Es que hay países en ambos extremos. En Estados Unidos llegan al punto de coger animales con explosivos, que es un sistema cruel y que no es selectivo, porque puede caer cualquier especie. Por otra parte, hay que señalar que en Estados Unidos hay zonas como Alaska, que están menos humanizadas y que tienen una proporción de animales exagerada. En España, estamos en el otro extremo y ya parece que ya hasta tiene que dar vergüenza decir que uno es trampero. A veces, somos demasiado exquisitos. Hay muchas trabas y, de hecho, muchas comunidades autónomas no están desarrollando el trampeo. No entiendo que siga habiendo mucha gente reacia pese a que las trampas están homologadas y pese a que quienes las usan tienen que estar formados. El problema, al final, viene siempre del mismo sitio: de la visión que se tiene en la urbe del mundo rural, en el que cada vez vivimos menos personas. La visión que tienen algunos de un trampero es la de un salvaje que mata animales, pero a esas mismas personas que tienen esa visión les ponen los animales en una bandeja en el supermercado. Otro ejemplo es la Ley de Bienestar Animal, que parece una ley hecha para los perros de ciudad y que se olvida de los perros de los cazadores.

«La visión que tienen algunos de un trampero es la de un salvaje que mata animales, pero a esas mismas personas que tienen esa visión les ponen animales en una bandeja en el supermercado»

-¿Hay mucho ecologismo mal entendido?

-Es un debate interesante, porque ecologistas somos todos, de una forma u otra. A todos nos gusta que se cuide el medio ambiente. El problema llega cuando el ecologista se convierte en político. En realidad, cazadores, agricultores, ganaderos y ecologistas tenemos los mismos objetivos: que haya animales, que el campo esté cuidado… El ecologismo actual, como movimiento, se ha tirado al voto animalista. Y no es lo mismo. El ecologismo se basa en la biodiversidad y en el equilibrio, pero el animalista trata a cada animal como un individuo, le da igual, por ejemplo, que se mate una especie invasora que una que está protegida, porque sostiene que ningún animal se tiene que matar.

guarda forestal

-¿Cuántas especies animales has capturado a lo largo de tu vida?

-Son incontables. Ya de pequeño capturaba todo lo que se movía, corría, volaba o reptaba. Muchas veces era como un objetivo, para lograr superarme. A partir de la mayoría de edad, empecé a estudiar para guarda forestal y ya me especialicé. Tengo compañeros capturando lobos por medio mundo, otros que están capturado osos, castores… Son genta ya más especializada en especies más complicadas. Trampear se puede trampear todo lo que se mueva, otra cosa es la forma.

Test rápido a Jorge Alonso

-Una ciudad.

-Logroño.

-Una comida.

-Pochas a la riojana.

-Un libro.

-Diario de un cazador, de Miguel Delibes.

-Una película.

Tasio, de las relacionadas con el tema del monte y el trampeo, pero, en general, la que más me gusta es Amanece que no es poco.

-Un grupo de música o músico.

-Extremoduro y, de los extranjeros, Queen o Metallica.

-Una canción.

Bohemian Rhapsody, de Queen.

-Un personaje histórico.

-Félix Rodríguez de la Fuente.

-Una afición curiosa que tengas.

-Me gusta cocinar.

-Una fobia.

-Las arañas. Me picó una cuando era pequeño y tuvieron que llevarme al hospital. No es que les tenga miedo, pero no me gustan.

Una respuesta a “Jorge Alonso Carrera, guarda rural y trampero: «En España parece que tiene que dar vergüenza decir que uno es trampero»”

  1. Olé tú te admiro porque conozco ese mundo
    Y me identifico contigo yo soy de un pueblo de Cádiz y asta los 12 años y vivi lo mismo,(lazos ala perdiz,al conejo .ballestas.cepos como los de osos. escopeta y reclamos redes frigidos
    Enhorabuena porque creo que eres el más ecologistas de las redes sociales aparte de poncho

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